El plástico contamina y conlleva riesgos para la salud en cada una de las fases de su ciclo de vida, desde la extracción de petróleo y gas hasta el desecho o tratamiento del plástico como residuo. Si pensamos que el plástico es, en esencia, petróleo y gas —más otros aditivos químicos que de por sí son altamente perjudiciales—, podremos entender la dimensión de los impactos de los que estamos hablando.
Es necesario afrontar la emergencia ambiental y social a la que nos enfrentamos. No sirven las falsas soluciones, hay que desplastificar nuestras sociedades y nuestra comida. Y para ello hacen falta políticas públicas a todos los niveles que impulsen este camino con decisión. Tenemos que reducir drásticamente la fabricación y el uso de los plásticos en todos los sectores productivos y, en concreto, en el sistema alimentario.






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